Aquí podréis encontrar pequeñas historias sobre la vida. La vida en poesía. Poesías escritas de una forma peculiar. Cecilio, después de varios años, tenía la ilusión de publicar un libro sobre sus reflexiones..., y aquí ha encontrado la oportunidad de ser leído.
He salido a pasear, y en un banco me he sentado, cerca de arriba, en el parque, porque allí hay menos ruido, y se está más concentrado. Me he puesto a meditar, del presente, del futuro y del pasado, cerca de allí había un matrimonio, en otro banco sentado, y, observándolos, veo que están muy enfadados.
Ellos son agricultores y los productos los tienen que vender baratos; y, cuando van al mercado, ven que allí los precios ya los han multiplicado; y ellos, entonces, se ven engañados y calumniados. Entonces, en ese momento, maldicen todos los trabajos, según se explicaban todos estaban robando, tan solo el suyo, es el que es necesario.
Y yo los sigo observando, ellos hablaban fuerte, para desahogar su enfando, y se decía uno al otro: -Esto se arregla, los que estamos en el campo, sembrar nuestros alimentos, para nuestro consumo, y los demás, que coman hierros, a ver si se van enterando del trabajo que hacemos, lo que estamos en el campo-
Y yo me acerco a ellos, a ver si podía calmarlos, para ayudarles un poco, para aliviar su trabajo. No querían hablar con nadie, y menos con un extraño; dándoles las buenas tarde, ellos se muestran huraños, pero por fin me aceptan, y con ellos, yo me siento en el banco.
Empezamos a dialogar, de los productos del campo, y yo así les comento, para así poder calmarlos: - El campo es exigente, y es duro su trabajo, y casi todas las plantas, tardan en dar su producto, casi todas cerca de un año, y no tienen duración, y hay que comer, ralizarlos, porque si no se estropean, y para otra cosecha, hay que esperar otro año, Y eso lo saben bien los intermediarios, y ahí es donde se aprovechan de los que están en el campo, hay que mirar a ver para poder remediarlo. Otros hacen los trastores, las azadas y los zachos, y todas las herramientas, para trabajar en el campo. Ves como ellos también hacen honradamente el trabajo, los albañiles construyen las casas y los palacios, para meterse en ellas, todos los seres humanos. Y problemas tienen todos, los que están trabajando, nada más que los de fuera, no lo vemos, ni apreciamos. Todas las profesiones son justas y necesarias, en el mundo que habitamos, y tienen que vivir juntos, todos los seres humanos. La justicia se ve mal, cuando nos hacen justicia, pero que bonita la vemos cuando a otros se la aplican, que miedo mete, en la carretera el tráfico, evitando muchas muertes, aunque no lo comprendamos. En la oficina están, allí todos los empleados, delante del ordenador, para allí meter los datos, para cuandos los necesites, allí los tienes guardados. Los médicos y enfermeras, y tambien los cirujanos, esos en la sociedad, son los que hacen milagros, mirando por la salud de todos los ciudadanos; y todas las profesiones son buenas y necesarias. Ahí están los basureros, que andan de madrugada, recogiendo la basura, que tú sacas de las casas, si no que paren unos días, y verán lo que nos pasa, pues todo estaría holiendo, y todo lleno de ratas. Amigo agricultor, en esta vida, todo es justo y necesario, pero no te puedes fiar, de todos los empresarios, porque todos no son buenos, también los hay que son malos-.
Vivía la Virgen Pura con San José en Belén, como era carpintero, allí tenía el taller, allí tenía la zuela y las demá herramientas; y, entre todas, aquellas también tenía una sierra que él mismo inventó, para cortar la madera; pero, como todos los inventos, de momento, no quedan bien: la hoja era lisa y no cortaba muy bien.
Y terminó la jornada, que aquel día, se le dio bien, había hecho dos puertas, y se las pagaron muy bien; y con el dinero en la mano, a la Virgen se fue a ver, diciéndole toma este dinero, para tu menester. Y pasaron la noche tranquilos y sosegados porque la persona, se encuentra bien, cuando el día bien se ha dado.
El diablo aprovechando que San José, en el taller no estaba, se ha metido en él, a ver lo que allí encontraba, y lo primero que vio fue la sierra, que San José inventó. Y viendo la hoja tan lisa, y también aguzada, dijo esta la estropeo yo, y de dientes la lleno, creyendo con la maldad, que la había estropeado.
Pero se equivocó, con los pinchos de la sierra, San José mejor serró, y el demonio indignado, y sin saber lo que hacer, para ver si enfadaba, al bueno de San José, el demonio enfadado, a la noche volvió otra vez. Ahora cojo la sierra, y la echo a perder.
Y ha cogido la sierra, y como ya tenía pincho, ha cogido y le ha abierto un pincho para cada lado, y quedó satisfecho, creyendo que así, que la había estropeado. Pero volvió a equivocarse, porque de esa manera, la sierra quedó perfecta, y San José trabajó con toda comodidad, y el diablo por el taller no se le ocurrió ir más.
Las dehesas de Extremadura, únicas en el mundo entero, también la de Montehermoso, es la Dehesa Boyal, de encinas y de alcornoques. Cerca de la casa del guarda, junto a una laguna, he visto la vieja encina, muy grande y muy gruesa, y pensando, yo la miro, la encina de la dehesa, sin poder calcular los años que tiene ella; unas veces, le echo cientos, y miles otras veces, se le echa. Y vamos yo y mis amigos, una tarde por la dehesa, se ha presentado una nube, con rayos y con centellas, y con una granizada, gordos como las almendras. Mis amigos asustados, de aquella gran tormenta, sin saber dónde meterse y refugiar la cabeza; pero, como a mí me gusta tanto la naturaleza, yo conozco todos los árboles que se crían en la dehesa. Les digo a mis amigos, vamos a la encina vieja, que tiene un hueco muy grande, y todos cogemos en ella, es parecido a una choza de aquellos viejos pastores, cuando guardaban las ovejas.
Y allí estuvimos metidos, hasta que pasó la tormenta, y salimos todos secos, gracias al hueco, de la gran encina vieja.
¡Cómo ha cambiado la vida! ¡Cómo han cambiado los tiempos! Yo he conocido a mi padre, y he conocido a mi abuelo; ellos llevaban la vida, diferente que ahora, en los tiempos modernos; entonces, no había riqueza, pero había paz y sosiego, se casaban para siempre, y toda una vida, ellos unidos y contentos, unida toda la familia, todos estaban en el pueblo, ayudándose unos a otros, más que en los tiempos modernos, que solo piensan en separarse; entonces, no se llevaba eso, y si alguno lo hacía, enseguida se preparaban los mozos con los cencerros, para hacer la cencerrada, para que se entere toda la gente del pueblo. La juventud le hace gracia, cuando los mayores les explican que llevan con su mujer, que llevan toda la vida. ¡Qué raro lo ven los jóvenes! ¡Qué los mayores hagan eso! Y no debía extañarles, porque los hijos, en casa lo están viendo, que sus padres, toda una vida, están felices y contentos.
¡Lo que ha cambiado la vida! ¡Lo que han cambiado los tiempos! Y son las gentes de bien, los ministros y banqueros, y gente de capital, que tiene mucho dinero, y son las gentes honradas, esta gente, los primeros, los que empiezan a separarse, dándole a la mujer, varios millones de euros, para que acepte el divorcio, para ellos quedar libres, dicen que quedan solteros; y como hay señoritas, que aman tanto el dinero, pues se casan sin amor, con el divorciado viejo. Ellos hacen lo que quieren, porque tienen mucho dinero, luego son los que no aceptan el divorcio para el pueblo, y los pobres, quieren hacer como ellos... se han separado más del cincuenta por ciento. ¡Qué le pasa a los pobres! Ellos no se dan cuenta, que el divorcio no sale bien, si no tienes miles de euros, se enamoran de pequeños, se juran amor eterno, y se van a vivir juntos, ellos estando solteros. Y así, están varios años, y cogen y se casan luego, pero antes compran un piso, que el banco les da el dinero, y hacen una hipoteca, que la pagan, en veintes años, lo menos. Y así, se comportan todos, en esta generación, apenas están juntos un tiempo, se tienen que divorciar, como hacen los ricos, los banqueros y políticos; y luego, llegan los problemas, con el piso que compraron... a ver cómo lo pagan ahora, estando ya separados. Y luego, pasando el tiempo, tanto ellas como ellos, se vuelven a enamorar, formando otra pareja, para volver a empezar, con una pareja nueva, que ya se habían separado. Los hay que tiran un tiempo, y otros no tiran nada, y vuelven a separarse, para volver a empezar, con otra pareja nueva, como hacen los ricos, los banqueros y políticos. Por Cecilio Clemente Rivera
Os voy a contar un caso que a mí mismo me ha pasado. Pues era en primavera, que no era en verano, cojo y me voy al chalet, por la mañana, temprano, después de estar de fiesta, de "furrioná" el sábado. Tenía que hacer una zanja, para el servicio y entubarlo; y no me encontraba yo, aquel día, con muchos ánimos, pués iba a hacer un trabajo que no estaba acostumbrado. Cojo una pala y un pico, y me voy como un jabato, para empezar la zanja, que, con yeso, la he marcado. Me pongo a picar con fuerza, pues el suelo no estaba blando, y me empezaron unos sudores, que no podía aguantarlos. Y sin saber qué hacer, la camisa me he quitado, y me preguntaba yo..... "No he mirado el calendario, a ver si me he equivocado, y no estamos en primavera, es que estamos en verano. Hoy tiene que estar, lo menos, lo menos, a cincuenta grados". Yo me quito el pantalón, a veces en calzoncillos, yo siento menos calor; y yo dejo de picar, a veces, me pasa para poder respirar. Y yo sigo picando, a ver si este domingo, ya lo puedo acabar. Y seguían los calores, sin poderlos aguantar, y estoy en calzoncillos, y no me los puedo quitar, pues no tapan casi nada... las vergüenzas nada más; y no me los voy a quitar... aunque sea solamente, por la propia dignidad. Y ya termino la zanja, y ya dejo de picar, y qué sorpresa sería, que los calores se van. Y no hay que ser adivino, de dónde venía el calor, no me había equivocado... estamos en primavera, no estamos en verano, toda la culpa la tiene la zanja, y esa pala y el pico, que yo tenía en las manos, pues yo tengo otro trabajo. Trabajo en la oficina, con aire acondicionado, y ya no veo tan mal, que todos los seres humanos, no quieran trabajar, con un pico y una pala... en las manos. Por Cecilio Clemente Rivera.
Venía yo una noche de regreso a mi chalet, cuando, de golpe, un perro, ha cogido y me atacó zaleándome la ropa. Pero tuve tanta suerte que traía mi bastón, y le he atizado un palo y extendido.... en el suelo se quedó. Y le cogí de una pata y lo he llevado al chalet. He hecho un hoyo y lo he metido en él. En ese mismo momento, me viene a mi pensamiento, una broma voy a dar, de probar a las personas en las que más confío yo. Y empiezo por mi mujer, a ver si guarda el secreto, el secreto del chalet. Yo le digo a mi mujer, una lucha he tenido, anoche de madrugada, menos mal que soy fuerte, y a pisotones y a palos, lo he podido dominar. Menos mal, que estaba cerca del jardín del chalet, y allí he hecho un hoyo, y lo he metido en él. Voy a hacer unos surcos, y en ellos voy a poner unas cebollas y ajos, en el jardín del chalet, para quitar las huellas, de lo que allí enterré. No le digas de esto a nadie, un secreto ha de ser, así le decía el hombre, el hombre a la mujer. Y la mujer asustada, yo a nadie se lo diré, de lo que hiciste anoche, y así quedó el secreto, el secreto del chalet. Pero, pasando unos días, a su madre se fue a ver, si era posible aguantar el secreto del chalet, diciéndole, esto un secreto es; no se lo cuentes a nadie, pues la vida nos va en él. Mi marido se ha peleado y ha podido más que él, haciendo un hoyo lo ha enterrado, en el jardín del chalet. No se lo cuentes a nadie, esto un secreto es. Y la madre ha cogido, sin poder ser aguantar, se ha ido a la casa de la otra hija, para poderlo contar, un peso tenía dentro, y lo tenía que sacar. Hija mía, es un secreto, que no se debe contar, porque si lo contamos, Fabio a la cárcel puede ir. No madre, yo no lo cuento, pues no faltaba más. Los secretos de familia, en casa debe quedar. Pero aquel mismo día, al marido se lo contó, porque entre ellos, secretos, nunca existió. El marido, al día siguiente, en casa de su madre ha marchado, pues tenía la familia aquel día una reunión. Allí se juntan los hijos, la madre y los cuñados, y con esta familia, a todos se lo ha contado. Y de pariente en pariente, y cuanto más tiempo pasaba, más se iba extendiendo. Fue pasando de unos a otros, porque todos eran familia, toda la gente del pueblo, y como eran familia, todos guardan el secreto; hasta que por fin llegó a la policía secreta, que como era secreta, a Fabio se fue a ver, a ver lo que había enterrado en el jardín del chalet; y han llamado a la puerta, y Fabio ha salido, y al ver a la policía, él no se ha sorprendido. Fabio que lo que has hecho, que todo el pueblo lo sabe, que has matado a un hombre, y en el jardín lo enterraste. Han traído a unos obreros, y Fabio les ha señalado, donde enterró el cuerpo. Y la policía sorprendida, al ver unas cebollas y ajos, en el sitio que Fabio, les había señalado, se ponen a cavar, y, enseguida, se toparon, con el cuerpo de un perro que allí estaba enterrado. Le dice la policía: -Fabio como nos has engañado. Si todo el mundo lo sabía, que un hombre habías matado, y en el jardín lo enterraste.- -Yo no he engañado a nadie, solamente a mi mujer le dije que me he peleado y he podido más que él. No se lo digas a nadie, esto un secreto es. Yo no se lo dije a nadie, solamente, a mi mujer.- Por Cecilio Clemente Rivera