sábado, 18 de julio de 2015

EL REY Y EL CRIADO


Había una vez un rey,
en un país muy lejano,
allí están en palacio,
los nobles y los criados.
Todos allí vivían,
dentro de aquel palacio,
los reyes con mucho lujo,
y miseria los criados.
Hacían cacerías
y fiestas hacían en palacio,
así se divertían,
todos los días del año.

Entre toda la servidumbre,
estaba Joaquín Serrano,
estaba en las cuadras,
cuidando de los caballos,
siempre estaba conforme,
lo demostraba cantando,
y no es que estuviera bien,
porque era mercenario,
y de lo dado, se saca poco,
aunque estés en palacio,
porque el que manda
no es bueno,
casi siempre manda el malo,
y los reyes y los nobles,
siempre están observando,
al obrero de las cuadras,
que cuida de los caballos,
y se decían entre ellos,
como feliz puede ser,
con lo que le estamos dando;
sólo comía de las sobras,
y se vestía con arapos,
de lo que les sobraba,
a los nobles del palacio.

Llaman a los consejeros
y a los sabios del palacio,
para que le expliquen
el misterio del criado,
que cuida de los caballos,
porque ellos lo tienen todo,
y siempre están disgustados;
los consejeros no lo adivinan,
pero sí lo ven los sabios,
y explicándole al rey
le dicen: - El misterio del criado,
es feliz porque no tiene
y no está acostumbrado
a tener nada en la vida,
y se conforma
con lo poco que le damos-
Esto se arregla enseguida,
con noventa y nueve ducados;
y dándole otro oficio,
que no sea en las cuadras,
cuidando de los caballos,
veréis como se ambiciona,
con los noventa y nueve ducados,
y hace falta uno para cien,
y él querrá encontrarlo,
y, de esa manera,
ya tiene los cien ducados.
De momento, es feliz,
con el dinero en la mano,
pero no podía dormir,
sin saber dónde guardarlo.
El rey le seguía dando,
dando algunos ducados,
seguía los consejos
que le daban los sabios.

Joaquín Serrano está triste,
él ya no está conforme,
con el puesto de alguacil,
ni con el uniforme,
le pide audiencia al rey;
y el rey se la ha concedido,
para que le dé otro puesto,
cuanto menos de ministro.
El rey lo hace ministro,
para ver dónde llegaba,
y Joaquín no está conforme,
con lo que le estaban dando;
el rey tenía una hija,
era la única infanta,
el rey quería casarla,
con el hijo de otro rey,
que con el suyo lindaba,
y al celebrar la boda
de los dos reinos, se juntaban,
y harían un gran reino,
que a los demás asustaba.

Joaquín no puede dormir,
está triste y apenado,
ya no es el mismo,
que cuidaba los caballos,
ya era todo ambición,
y se veía “jarto”,
y todo se le hace poco,
cuanto más le iban dando;
todo lo quería para él,
y así lo estaba pensando…
“Si me caso con la infanta,
podía ser el soberano,
voy a ir a ver al rey,
para pedirle la mano”
Y se acerca sin respeto,
porque nada
hasta entonces le ha negado,
y hasta ahí llegó la broma,
que a Joaquín,
le estaban dando,
y llamando a los soldados,
el rey le ha ordenado,
llevar a este criado,
meterlo a las mazmorras,
y, allí, encadenarlo.

Y llamando a la servidumbre,
que está sirviendo en palacio,
para que vean el castigo,
que a Joaquín le estaban dando;
y en presencia de todos,
le ha dado cien latigazos,
para que sirva de ejemplo,
a los que están en palacio,
porque el que manda es el rey,
como rey y soberano,
la ambición de Joaquín,
a dónde había llegado,
quería ser rey,
habiendo  sido criado.

La ambición echa a perder,
a todos los seres humanos,
lo mismo al poderoso,
como a los propios criados;
si él sigue de alguacil,
nada de esto le hubiera pasado,
y hubiera mejorado su vida,
mejor que cuidando
en las cuadras, los caballos.



Por Cecilio Clemente Rivera

3 comentarios:

  1. Muy interesante esta fábula del Rey y el criado sonriente

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  2. muy bn lastima que al final quedo en las mazmoras todo por la codicia

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