Era
una vez dos amigos
que
se llevaban muy bien,
pues
los dos eran cristianos
y
se llevaban muy bien.
Uno
tenía una finca
de
olivares y viñedos,
y
al lado había otra
que
la vendían los dueños
pero
no puedo comprarla
porque
no tengo dinero.
¿Cómo
no la compras tú?
Le
dice a su vecino
pues
te linda con la tuya
que
tienes en “El Hocino”
y
juntando las dos fincas
hace
una media dehesa.
Y
tiene muy buena tierra
y
muy buenos pastizales
para
que coma el ganado,
y
con buenos matorrales,
para
que coman
las
cabras y las ovejas.
El
vecino le contesta:
-Pues
me lo voy a pensar,
el
dinero a mí me sobra
para
podérmela comprar-
Y
se ha ido a ver al dueño
de
la finca que vendían,
y
se han puesto en trato,
y
regateando un poco,
la
finca se la ha comprado.
Y
ahora los vecinos
con
las fincas están lindando,
y
se veían muchas veces,
y
comentan los trabajos,
y
las ganancias
que
han tenido todo el año.
Y
han empezado a labrar,
cada
uno por su lado,
y
la linde está en medio,
que
ya estaba temblando,
porque
si el uno arrimaba,
el
otro hacía otro tanto,
y
cuando se han dado cuenta,
la
linde la han “faratado”.
Pablo
le echa la culpa a Juan
y
Juan se la echa a Pablo,
y
por faratar la linde,
los
vecinos se enfadaron,
aquellos
dos vecinos,
que
antes se quisieron tanto.
Y
no se daban cuenta,
que
entre los dos,
la
linde la farataron.
Todo
el día están los dos riñiendo,
pero
sin llegar a las manos,
hasta
que llegó el momento
que
cada uno coge un palo,
y
se va el uno al otro,
con
los palos en las manos….
Y
Juan,….
fue
mucho más rápido,
y
a Pablo en la cabeza
le
ha atizado un buen palo,
preparándole
una brecha,
y
allí le deja tirado.
Y
ha pasado por allí,
un
hombre que venía del trabajo,
y
viendo a Pablo en el suelo,
a
su casa le ha llevado,
entre
la mujer y los hijos,
en
la cama le han echado,
pues
Pablo no estaba bien,
con
el palo que le han dado.
Han
llamado al médico
y
también al cirujano,
para
curar la brecha,
de
la cabeza de Pablo.
Y
han cogido y diez puntos
en
la cabeza le han dado,
y
han llamado al sacerdote,
pues
Pablo era cristiano,
con
miedo a que se muera,
sin
haberse confesado.
Y
al llegar el sacerdote,
Pablo
ha resucitado,
mucho
más que con el médico,
Y
que con el propio cirujano.
Allí
estaba en la cama,
allí
estaba rogando,
gracias
señor,
la
fe es la que me ha salvado,
pero
delante del cura,
Pablo
seguía amenazando
a
Juan por el palo
que
le había dado.
El
cura a él le ruega:
-Pablo
hay que perdonarlo,
hay
que perdonar a Juan,
por
eso somos cristianos-
-Pues
yo le perdono Padre,
porque
yo soy muy cristiano,
pero
si salgo de ésta,
donde
quiera que lo encuentre,
ese
a mí me las paga,
cuarenta
palos le doy….
por
el palo que en la cabeza
que
él me ha dado-.
Faratado....
roto
Faratarse....
romperse
Por
Cecilio Clemente Rivera