sábado, 28 de noviembre de 2015

EL PERDÓN DE PABLO




Era una vez dos amigos

que se llevaban muy bien,

pues los dos eran cristianos

 y se llevaban muy bien.

Uno tenía una finca

de olivares y viñedos,

y al lado había otra

que la vendían los dueños

pero no puedo comprarla

porque no tengo dinero.

¿Cómo no la compras tú?

Le dice a su vecino

pues te linda con la tuya

que tienes en “El Hocino”

y juntando las dos fincas

hace una media dehesa.

Y tiene muy buena tierra

y muy buenos pastizales

para que coma el ganado,

y con buenos matorrales,

para que coman

las cabras y las ovejas.


El vecino le contesta:

-Pues me lo voy a pensar,

el dinero a mí me sobra

para podérmela comprar-

Y se ha ido a ver al dueño

de la finca que vendían,

y se han puesto en trato,

y regateando un poco,

la finca se la ha comprado.

Y ahora los vecinos

con las fincas están lindando,

y se veían muchas veces,

y comentan los trabajos,

y las ganancias

que han tenido todo el año.

Y han empezado a labrar,

cada uno por su lado,

y la linde está en medio,

que ya estaba temblando,

porque si el uno arrimaba,

el otro hacía otro tanto,

y cuando se han dado cuenta,

la linde la han “faratado”.


Pablo le echa la culpa a Juan

y Juan se la echa a Pablo,

y por faratar la linde,

los vecinos se enfadaron,

aquellos dos vecinos,

que antes se quisieron tanto.

Y no se daban cuenta,

que entre los dos,

la linde la farataron.

Todo el día están los dos riñiendo,

pero sin llegar a las manos,

hasta que llegó el momento

que cada uno coge un palo,

y se va el uno al otro,

con los palos en las manos….

Y Juan,….

fue mucho más rápido,

y a Pablo en la cabeza

le ha atizado un buen palo,

preparándole una brecha,

y allí le deja tirado.

Y ha pasado por allí,

un hombre que venía del trabajo,

y viendo a Pablo en el suelo,

a su casa le ha llevado,

entre la mujer y los hijos,

en la cama le han echado,

pues Pablo no estaba bien,

con el palo que le han dado.


Han llamado al médico

y también al cirujano,

para curar la brecha,

de la cabeza de Pablo.

Y han cogido y diez puntos

en la cabeza le han dado,

y han llamado al sacerdote,

pues Pablo era cristiano,

con miedo a que se muera,

sin haberse confesado.

Y al llegar el sacerdote,

Pablo ha resucitado,

mucho más que con el médico,

Y que con el propio cirujano.

Allí estaba en la cama,

allí estaba rogando,

gracias señor,

la fe es la que me ha salvado,

pero delante del cura,

Pablo seguía amenazando

a Juan por el palo

que le había dado.

El cura a él le ruega:

-Pablo hay que perdonarlo,

hay que perdonar a Juan,

por eso somos cristianos-

-Pues yo le perdono Padre,

porque yo soy muy cristiano,

pero si salgo de ésta,

donde quiera que lo encuentre,

ese a mí me las paga,

cuarenta palos le doy….

por el palo que en la cabeza

que él me ha dado-.



Faratado.... roto

Faratarse.... romperse



Por Cecilio Clemente Rivera



domingo, 22 de noviembre de 2015

¡QUÉ MALA SUERTE!



¡Qué mala suerte he tenido!

Hay días que es mejor

que  no salga de casa.

Cojo y me voy a pescar

en esa divina charca,

 y estoy un rato pescando.

A ver si algunos picaban….,

 y ya me iba a marchar…

cuando el anzuelo

se engancha.

Dije: -¡Ya picó el pez!-

Y tiro con mucha maña

porque veo que tenía peso

y se doblaba la caña.

Y dije: -¡Este pez es gordo!-

Voy enrollando el hilo,

y cuando asoma el anzuelo….

qué sorpresa me llevaba,

pues el anzuelo traía

un zapato enganchado. 



Y me he cambiado de puesto,

pues a veces la suerte cambiaba,,

y en ese mismo momento

cojo y echo la caña,

y me regato para atrás,

y veo que a mis espaldas

un cartel que en él ponía

prohibido pescar en la charca.

Y cuando me doy cuenta….

ya estaba allí el guardia,

con un papel en la mano,

para denunciar la causa,

diciendo de mal agrado..

-Ahora mismo lo denuncio

por pescar aquí en la charca-…

-Ya puede continuar pescando,

pescando hasta mañana-

-Pero si mañana vengo,

y lo cojo aquí en la charca,

otra denuncia se gana-



He quedado relajado

pues ya tenía permiso,

permiso hasta mañana.

He echado el anzuelo

y me hace una picada,

con un tirón tan fuerte,

que casi me llevaba la caña.

He sacado un buen pez

y lo echo a la canasta;

vuelvo a echar la caña,

a ver si tengo suerte

y me dan otra picada.

Me he “regatado” para atrás,

para ver el pez

que puse en la canasta….

y qué sorpresa me llevo,

que un gato se lo llevaba.

Y salgo detrás de él,

a ver si se lo quitaba,

pero el felino corría

y no había quien lo alcanzara.

¡Qué mala suerte he tenido!

Mejor es no salir de casa….

Primero saco un zapato,

después me denuncia el guarda,

y el único pez que cojo….

se lo ha llevado la gata.



Por Cecilio Clemente Rivera