viernes, 10 de abril de 2015

EL HORTELANO




Voy a contar una historia
que a mí mismo me ha pasado.
Cogí un día mi borrico,
para llevar a vender,
las verduras de la huerta:
los tomates y cebollas,
las lechugas y las berzas.
Y había que madrugar
para llegar a Plasencia,
porque por las mañanas
es cuando hay mejor venta.

También iba conmigo
el niño para que viera
la ciudad de Plasencia.
Echamos el burro delante,
el burro iba cargado,
y había que subir la cuesta
“Del cincho de aguas canas
hasta el campo la mesa”.

Y ya llegando arriba,
venían en una yegua,
un matrimonio montado,
que por las ropas que llevan,
eran de gente de bien
y de mucha riqueza.
Cuando nos encontramos,
no nos hablaron siquiera,
tan solo el señor dice:
-¡Vaya cuadro señor!,
el burro llevan delante
y andando van ellos dos.

Yo le digo al muchacho:
-¡Ahora mismo monto yo!
Ahí está la encina renca,
donde monta mucha gente,
después de subir la cuesta,
y la encina la llaman…
y la encina de “las hueveras”…
porque iban las viudas con el burro,
y los huevos en las cestas,
y allí solían montar,
hasta llegar a Plasencia;
donde vendían los huevos,
y los vendían por docenas.

Y montando en el burro
En aquella encina renca,
yo le digo al muchacho:
-Ahora ya lo hacemos bien,
como tú eres muchacho,
tú tienes buenos pies,
y aunque yo haya montado,
nadie mal lo puede ver-

En el arroyo Tamujoso,
con otros dos se encontraron,
estos eran carboneros
que venían del trabajo.
Y estos sí se hablaron,
pero después que pasaron,
le sintieron que decían:
-Vaya padre sin conciencia,
al niño lo lleva andando,
pero él sí que va montado.-

Y sin saber lo que hacer
porque todo lo hacían mal,
le dijo al niño:
-¡Da un salto,
y móntate tú también!
A ver si de esta forma,
ahora ya lo hacemos bien.-
Pero yo tengo mis dudas
porque ya son dos fracasos.
Cuando divisan a lo lejos
un afilador empujando
el burro de afilar,
con la rueda de hierro,
y la armadura de palo.
Donde le coge la noche,
allí mismo se acostaba.
El padre se mosqueaba:
-Hasta el afilador,
yo creo que nos da la lata-

Y no se equivocaron,
y apenas se iba acercando
ya venía metiendo voces,
y así venía gritando:
-¡Bajaros los dos del burro!
¡Cómo venís montados!
Dejad al burro con su carga
y vosotros id andando.-
Y el padre sin contestar,
Con el afilador se encontraron.
Ellos iban para arriba,
y el afilador para abajo,
y llegando a Plasencia,
llegando a mercado rural,
allí nos estábamos.

En la plaza principal,
allí empecé a pregonar
los tomates y las cebollas,
las lechugas y las berzas;
y acudían las mujeres
con sus bolsas y sus cestas,
y enseguida las vendimos,
así que quedé libre
para enseñarle la ciudad.
Cojo de la mano al niño,
que él ya de da cuenta
de todos los monumentos
que tenemos en Plasencia;
y ya camino del pueblo,
el hombre la lleva echada:
"Aquel que mendiga algo,
Primero arregle su casa,
que muchas veces la tienen,
la tienen desarreglada.
Y están preocupados
Arreglando otras casas."

Y si voy con mi borrico,
ya tengo la contestación:
-Porque hago lo que quiero,
como dueño y señor.
Y en el burro mando yo.
Cuando quiero digo “arre”,
y cuando quiero digo “sooo”

Por Cecilio Clemente Rivera

domingo, 5 de abril de 2015

POR CULPA DE LA CRISIS




José era soltero,
y una casa quería hacer,
pero no tenía dinero,
y era mucho para él.
Tenía que recurrir a un banco
y no sabía qué hacer;
pero él era valiente
y no lo anduvo dudando,
y al banco se fue a ver
para sacar veinte millones
y con toda confianza
porque allí tenía un amigo
que en el banco trabajaba,
y se corrían varias fiestas
por las noches.

Cuando estaban
entrando a la entidad,
se saludan los amigos:
-¡Qué te trae por aquí!
¿Vienes a traer el dinero?-
Y se lo dijo con guasa
porque nunca venía a eso.
Y él le dice enseguida:
-Es todo lo contrario.
Vengo a que me des dinero.
Necesito veinte millones,
de las antiguas pesetas
para hacer una vivienda
y comprarme un buen coche,
porque como tú sabes,
tengo novia y me caso,
y a una casa tiene derecho
todos los ciudadanos.
Y mi amigo Fernando,
una casa se ha comprado
y me ha dicho
que paga menos
que si la hubiera arrendado.
Yo una casa voy a hacer,
porque tengo buen trabajo,
y es en la construcción,
donde cobro el salario.
Así que no tengo pegas,
para pagar la hipoteca.-

-Entonces voy a decirte,
los requisitos que hace falta:
tienes que traer un fiador,
que responda la fianza;
ese puede ser tu padre
o un familiar de por casa;
pues yo creía que un amigo,
con la confianza bastaba.
Te digo amigo José,
que este banco no es mío,
y, por lo tanto, hay que hacer,
todos los requisitos.-
-Voy a hacer las dirigencias,
voy a decírselo a mi padre,
que también tiene una casa,
y un chalet para recrearse.-

Y con toda alegría,
fue a decírselo a su padre,
creyendo que lo aceptaba;
pero el padre se asustó,
porque veía la trampa.
Y empezó a demostrarle
a ver si así se asustaba,
y empezó a demostrarle,
todo lo que hacía falta:
-Tienes que comprar un solar,
y luego el arquitecto
para trazar el solar,
seguido de la estructura
y también el aparejador,
las máquinas y camiones
para hacer la explanación,
y luego los albañiles,
seguido del fontanero,
yesistas y carpinteros,
electricistas, los canalones,...
Y luego…..
hay que amueblarla
con toda modernidad;
y con los veinte millones
tú no tienes para empezar.-
-¡Deja ya de poner pegas!
¡Qué también voy a comprar
una parcela para un perro
y un caballo para montar!
tampoco te pido tanto,
una firma nada más.-
Y el padre ajinado
y sin saber qué hacer,
le dijo vamos al banco
para que te den el dinero
y una casa puedas hacer.
Y pusieron la fianza,
la vivienda y el chalet.

Le mete la mano a la casa,
pero antes de terminar,
ya con los veinte millones
no la pudo acabar,
y él con su tesón,
buscando por todas partes,
hasta que la terminó.
Seguía en la construcción
porque entonces, no había paro,
y sacaba para sus gastos.
y de la noche a la mañana,
y sin nadie darse cuenta,
llegó la crisis económica,
y llegaron los despidos,
y a José lo enganchó,
viniéndose para su casa,
y sorprendido quedó.

Se lo dice a su padre,
que este sí que se asustó;
y le dijo: -¿Tendrás paro?-
-Sí, pero muy grande no;
son ochocientos euros:
seiscientos para la hipoteca
y doscientos para el coche,
que también lo pago en letra.
Así que, eso es lo justo,
que lo que me dan de paro,
y yo también necesito
para cubrir mis gastos.-
-¡A ver cómo vas a hacer!
Ya puedes buscar trabajo
para salir de la situación
en la que nos encontramos.-
-Eso es lo que estoy haciendo,
y no encuentro otro trabajo;
y ahí se cobra poco,
para como me estoy enseñando,
y si voy a trabajar,
gano menos que en el paro.-

-Pues mira a ver lo que haces,
porque ya nos han anunciado,
y han devuelto cinco letras,
con muchísimo recargo,
diciendo que si no se paga
está muy cerca el embargo.-
-Y yo te pregunto padre,
que algunos ahorros tendrás,
para salir de este bache.-
-¡Qué ahorros voy a tener
con la pensión que yo tengo!
Pues yo cobro nada más
unos seiscientos euros.
Y si no te das cuenta,
todo el día me está pidiendo,
y tengo que pagar la luz,
el teléfono y el agua,
el gas y la contribución
y la comida de casa.-
-¡Ya tengo la solución!
¡Qué enseguida te acobardas!
Hay que vender el chalet,
que eso no vale para nada,
y con ese dinero,
vamos pagando la casa.-

Y el padre entristecido
porque perdía el chalet,
con los buenos ratos
que había pasado en él.
Y se fueron para el banco,
a ver si lo aceptaban.
Y que sorpresa sería
cuando así le contestaba:
-El chalet ya no es tuyo,
ahora es del banco
porque está ya hipotecado.-
Y sale José y su padre
con el rabo entre las piernas,
y sin saber lo que hacer
por comprar una vivienda.

Y pasaron unos días,
y todo se lo embargaron,
y salió a la venta
y enseguida se lo compraron.
El padre así se lamenta:
-¡Como me veo yo
por culpa de una imprudencia!
¡Y ya me veo en la calle,
Por firmar una hipoteca!-

Por Cecilio Clemente Rivera