jueves, 29 de noviembre de 2018

EL RABÁN


Había una vez un señor
con una piara de ovejas
que así se llamaba
cuando eran pocas ovejas,
y no daba para un pastor,
y ha cogido un rabán,
que esto es un niño 
que tiene poca edad.

El señor tiene la finca
donde va a pastar
la piara de ovejas
que cuidaba el rabán;
y cerca de allí pasaba
el tren a alta velocidad,
que el niño así lo veía,
y decía está loco de verdad.

Y el amo a Pascual le dice:
"Cuida bien de las ovejas,
que no se acerquen a la vía,
que en la vía hay hierba fresca,
y suelen ir a comerla,
y si viene el tren..."
"Coge y  no las atropella,
yo cuido de las ovejas",
le ha contestado Pascual
"Porque se viene ese loco,
nos las puede atropellar"

Y el amo se va conforme,
con la respuesta
que le había dado Pascual;
y el niño, como era niño,
y tenía poca edad,
se ha entretenido,
y se ha puesto a jugar,
y se ha olvidado del tren,
que pasaba a toda velocidad.

Y ha pasado el tren,
y las ovejas en la vía,
allí han ido a pastar,
llevándose por delante
a las que en la vía están.
Pascual queda asustado,
y al amo se fue a ver,
para explicarle
lo que había hecho el tren.
Y al encontrárselo al amo,
le ha empezado a regañar,
"Te lo he advertido Pascual,
que no fueran las ovejas 
a la vía a pastar".

Y Pascual está contento,
por la suerte que han tenido,
gracias podemos dar,
que el tren venía al filo,
que si viene atravesado,
nos mata muchas más.
Y el amo piensa un momento
en la inocencia del niño,
y en vez de seguir regañándole,
le da todo su cariño,
y le dice:
"Pascual, mañana vas otra vez,
vas a guardar las ovejas,
pero ten mucho cuidado, 
no nos mate las ovejas,
no sea como esta vez,
que el tren en vez de venir al filo,
el tren venga atravesado.

Por Cecilio Clemente Rivera

sábado, 7 de julio de 2018

EL USURERO


Iba paseando un señor
alrededor de una charca,
se ha acercado a la orilla,
y ha visto cinco hermosas ranas,
que calentándose al sol,
a la orilla se encontraba,
y se ha quedado mirándolas,
y no era para contemplarlas;
ha pensado para él,
si yo pudiera pescarlas,
son cinco ranas hermosas;
y un guiso,
yo con ellas preparaba,
y con esa comida,
cinco euros yo ahorraba,
y en el cofre los guardaba,
voy a intentar
a ver si puedo pescarlas.

Con una pequeña barranca,
y al acercarse el señor,
la tierra se desbarranca,
cayendo el pescador
de cabeza al agua.
Menos mal, que era somero,
si no allí, se ahogaba
el pescador de las ranas.

La charca era fangosa,
y se metió hasta las trancas,
quedando allí metido,
sin poder salir del agua.
Lo único que había más cerca,
para poderse agarrar,
era una pequeña zarza
que estaba llena de espinas,
y no podía agarrarla.

Ya estaba medio agotado,
y las fuerzas le acaban.
Se da la casualidad
que un hombre por allí pasaba,
y viendo al hombre caído,
allí, metido en el agua,
se acerca para ayudarle,
para sacarle del agua.

Diciendo, dame tu mano
que yo te ayudo
para sacarte del agua,
y el hombre enfurruñado,
la mano no se la daba,
y antes que darle la mano,
prefería estar metido en el agua.

Y el señor cambia de frase,
y le dice: "Toma mi mano,
que yo te saco del agua";
y, entonces, alarga la mano,
y el hombre se sorprendió,
que al decir toma mi mano,
enseguida se la dio.

Esto es un usurero,
el hombre para el pensó,
hasta que no dije toma
la mano, no me la dio.
Hasta donde llega la usura,
que prefería ahogarse
antes que darme su mano
para yo poder salvarle.

Así son los egoístas
y los usureros en la Tierra,
que nunca se ven hartos,
con todo el dinero que tengan,
son unos desgraciados,
porque la ambición les ciega.

Por Cecilio Clemente Rivera

domingo, 25 de marzo de 2018

EL TIEMPO


Ha llegado el invierno,
y con él los vendavales,
el frío y la nieve cayendo,
esto lo hace siempre,
año tras año, cuando
llega el invierno.

No es una novedad
que haga frío en enero
o cuando el nacimiento,
pero el tiempo es así,
sirve de entretenimiento,
se encuentra las gentes
y se saludan diciendo:
“¡Qué frío hace hoy!
¡Esto no hay quien lo aguante!
Ahora me voy al brasero,
está cayendo nieve,
y ya está bajo cero
y poco a poco ya va
pasándose el invierno.”

Y el saludo cambia, entonces...
Del frío a mejor tiempo,
se encuentran las personas
y se saludan, diciendo:
“Hoy está mejor día,
está pasando el invierno,
y febrero se presenta
con días malos
y días buenos,
y ahí está el refrán,
que se dice: De febrero
que busca la sombra el perro,
a rato, pero no el día entero.”

Y llegó a primavera,
la primavera, si falla,
pero no falla, el invierno,
y aquí sí que hay saludos
porque hay días malos
y días buenos;
y la gente al encontrarse,
no hablan más que del tiempo.
Y ya ha entrado mayo,
Esto ya no es de este tiempo,
que cuando en mayo hace frío,
el refrán
sale al momento:
Hasta el cuarenta de mayo
no guardes el sayo.

Y el tiempo da para hablar,
para delante y para atrás,
y con el tiempo señores,
hay siempre de qué hablar.

Y luego viene el verano,
con su sol abrasador,
y esto sí que saca
mucha conversación,
y se saludan diciendo:
“Vaya un día de calor,
esto no hay quien lo aguante,
tiene que hacer, por lo menos,
que no hace tanto calor,
lo menos, cuarenta años.”
Y luego dice el realista,
con un poquito de guasa:
“Es muy raro que caliente
el mes de julio y agosto.”
Y yo las he observado,
cuando van paseando,
que al encontrarse,
el tiempo van comentando,
si no existiera el tiempo,
la vida sería aburrida,
se encontraban
las personas
y no sabían de qué hablar,
pero con el tiempo,
lo mismo da lo que haga,
que haga frío o haga calor,
o que llueva o que nieve,
el tiempo es el centro
de la conversación.

Y ya se acerca el otoño,
con los días en decadencia,
el sol no alumbra bien,
y el otoño da tristeza,
la hoja ya está cayendo
y muere la naturaleza;
y vuelven
los comentarios.
Cuando un día hace frío
y pronto
está aquí el invierno,
y en casa
hay que estar metido.

Por Cecilio Clemente Rivera


LA VIOLENCIA



Yo he nacido en un pueblo
de unos mil habitantes,
donde nos conocemos,
desde el más chico
al más grande.
es como una familia
y no se puede ocultar.
Las faltas de cada uno,
aquí en este lugar,
cerca de mi casa tengo
unos vecinos que están
riñendo a todas horas,
sin poderlo remediar.

Él es vago y pendenciero,
y no le gusta trabajar;
sin embargo, en los bares
a todas horas está,
y ya la media noche,
cuando han cerrado el bar,
discutiendo
con todo el mundo,
camino de su casa va.
Lleva una borrachera,
que se ve negro para andar,
parece que su casa,
no la va a encontrar,
pero él dando tumbos,
hasta su casa va.

Allí está su mujer,
con los niños acostada,
y están asustados,
porque le oyen llegar
y saben que todas las noches,
se suele portal igual.
Lo primero que hace,
es hacerles levantar,
para acusarles de todo
y le oigan blasfemar.
La mujer y los niños,
arregunados están,
en un rincón de la casa,
escuchando las voces,
que su marido le da;
y no son las voces
si no que se dedica ya,
a darle bofetadas,
hasta que queda rendido
y ya se va a acostar.
Y la mujer ya muy harta,
del trato de su marido,
y sin poder aguantar,
ha cogido a los niños,
y a denunciarlo va
a ver si la justicia,
lo pudiera remediar.

Esta violencia de género,
que así la suelen llamar,
han ido al cuartelillo,
y allí la atienden muy bien,
y la han llevado a un refugio
con otras cuantas mujeres más.
Y llamando al marido
le prohíben acercarse,
acercarse a su mujer,
hasta que hagan el juicio,
a ver lo que sale de él.

Parece que todos los hombres
son malos y crueles,
pero están equivocados,
la cosa así no es.
Son una minoría,
que existen en todas partes
y no se puede evitar,
porque existen los violentos;
sin embargo, están los otros,
los que quieren a sus mujeres,
porque ven el valor
y el cariño que le tienen.

Cuando viene del trabajo,
el marido por las tardes,
ellas le están esperando,
para que sea más agradable.
¿De qué se puede quejar?
El hombre y la mujer,
pues son dos seres iguales,
el hombre y la mujer,
los hay que piensan
que en casa la mujer,
no tiene nada que hacer,
pero están equivocados,
no es como ellos lo ven.

Hay que salir a la compra,
y los precios hay que saber,
dónde están más baratos
para ahorros poder hacer,
y eso la mujer,
ellas sí lo saben hacer.
Luego, hay que barrer
y también hacer las camas
y fregar el suelo,
hasta debajo de la cama,
y lo más exigente es
las tres comidas
que cada día hay que hacer,
que muchas veces
a todos los de la casa,
no les suele complacer,
y otra comida,
la mujer tiene que hacer;
por lo tanto,
el que no sepa
el trabajo de la casa,
que lo haga unos días…
y verá lo que le pasa.

Por Cecilio Clemente Rivera