Yo
he nacido en un pueblo
de
unos mil habitantes,
donde
nos conocemos,
desde
el más chico
al
más grande.
es
como una familia
y no
se puede ocultar.
Las
faltas de cada uno,
aquí
en este lugar,
cerca
de mi casa tengo
unos
vecinos que están
riñendo
a todas horas,
sin
poderlo remediar.
Él
es vago y pendenciero,
y no
le gusta trabajar;
sin
embargo, en los bares
a
todas horas está,
y ya
la media noche,
cuando
han cerrado el bar,
discutiendo
con
todo el mundo,
camino
de su casa va.
Lleva
una borrachera,
que
se ve negro para andar,
parece
que su casa,
no
la va a encontrar,
pero
él dando tumbos,
hasta
su casa va.
Allí
está su mujer,
con
los niños acostada,
y
están asustados,
porque
le oyen llegar
y
saben que todas las noches,
se
suele portal igual.
Lo
primero que hace,
es
hacerles levantar,
para
acusarles de todo
y le
oigan blasfemar.
La
mujer y los niños,
arregunados
están,
en
un rincón de la casa,
escuchando
las voces,
que su marido le da;
que su marido le da;
y no
son las voces
si
no que se dedica ya,
a
darle bofetadas,
hasta
que queda rendido
y ya
se va a acostar.
Y la
mujer ya muy harta,
del
trato de su marido,
y
sin poder aguantar,
ha
cogido a los niños,
y a
denunciarlo va
a
ver si la justicia,
lo
pudiera remediar.
Esta
violencia de género,
que
así la suelen llamar,
han
ido al cuartelillo,
y
allí la atienden muy bien,
y la
han llevado a un refugio
con
otras cuantas mujeres más.
Y llamando
al marido
le
prohíben acercarse,
acercarse
a su mujer,
hasta
que hagan el juicio,
a
ver lo que sale de él.
Parece
que todos los hombres
son
malos y crueles,
pero
están equivocados,
la
cosa así no es.
Son
una minoría,
que
existen en todas partes
y no
se puede evitar,
porque
existen los violentos;
sin
embargo, están los otros,
los
que quieren a sus mujeres,
porque
ven el valor
y el
cariño que le tienen.
Cuando
viene del trabajo,
el
marido por las tardes,
ellas
le están esperando,
para
que sea más agradable.
¿De
qué se puede quejar?
El
hombre y la mujer,
pues
son dos seres iguales,
el
hombre y la mujer,
los
hay que piensan
que
en casa la mujer,
no
tiene nada que hacer,
pero
están equivocados,
no
es como ellos lo ven.
Hay
que salir a la compra,
y
los precios hay que saber,
dónde
están más baratos
para
ahorros poder hacer,
y
eso la mujer,
ellas
sí lo saben hacer.
Luego,
hay que barrer
y
también hacer las camas
y
fregar el suelo,
hasta
debajo de la cama,
y lo
más exigente es
las
tres comidas
que
cada día hay que hacer,
que
muchas veces
a
todos los de la casa,
no
les suele complacer,
y
otra comida,
la
mujer tiene que hacer;
por
lo tanto,
el
que no sepa
el
trabajo de la casa,
que
lo haga unos días…
y
verá lo que le pasa.
Por
Cecilio Clemente Rivera
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