lunes, 27 de julio de 2015

MANUELA


Era María y Joaquín
dos hermanos en la familia;
María estaba casada,
y tenía una hija,
se llamaba Manuela.
Era el único hombre
que había en la familia,
todos se llevaban bien,
todos en la familia,
y Joaquín al ser soltero,
con su hermana vivía.
Los tres trabajaban,
en todo lo que salía,
y entre los tres no ganaban
ni para hacer unas migas.
¡Qué mal se estaba!

En la España en que vivían,
Joaquín tenía unos amigos
y acordaron un día
marcharse para América,
para allí hacer fortuna;
tenían un pequeño huerto,
con unas cuantas olivas,
y acordaron venderlo,
para pagar el pasaje,
para llegar a las Indias.
Cogen maleta en mano,
y en Cádiz embarcan un día,
por el Océano Atlántico,
han echado varios días,
para atravesar el charco,
ya ven las américas,
a lo lejos desde el barco,
y como todo emigrante,
el paraíso en la mano.
Han desembarcado en un puerto,
todo lleno de barcos,
y los dos han salido a la tierra,
con las maletas en la mano,
sin saber para dónde ir,
en un país tan extraño.

Ya llevaban varios días,
muertos de frío y desmayados,
se le ha acercado un hombre,
y el hombre les ha preguntado:
-¿De dónde son los señores?
¿Es que han desembarcado?-
Y contestan, de España,
venimos a buscar trabajo,
tierra mía del pasado,
el hombre ha contestado,
y lo dijo con tristeza,
en los ojos se le ha notado.
“Yo os puedo dar trabajo”
y ellos ven el cielo abierto,
en ese país tan lejano.
No le preguntan al hombre,
el trabajo que les ha ofrecido,,
sólo le dicen que sí,
y han cogido y lo han seguido,
y han caminado una hora
hasta llegar al destino,
y ya han llegado,
divisan a lo lejos un cobertizo,
y quedaron sorprendidos,
pues resultón ser
una granja de cochinos.
Se mia el uno al otro,
y el hombre se lo ha notado,
y ve que no están a gusto
con el trabajo que les ha dado.
Y les ha preguntado:
-¿No os gusta el ganado?
No tengo otro trabajo,
yo no os puedo obligar,
libres sois de aceptarlo,
o poderlo rechazar-
Y le contestan enseguida:
-Nosotros sí lo aceptamos,
hacemos bien la limpieza,
y cuidamos del ganado.

Y han pasado treinta años,
sin saber nada de ellos,
o se perdían las cartas
o no había correo,
ya andaba solo Joaquín
el compañero había muerto,
pues no podía trabajar,
ya estaba muy viejo.
Y se ha acercado un día,
se ha acercado para el puerto,
y ve la bandera de España,
en el mástil de un carguero,
que estaban cargando sacos,
una cuadrilla de obreros.
Sin pensárselo, Joaquín,
ha cargado con un saco,
y se ha metido para dentro,
y lo echa en el montón,
y se esconde entre ellos;
ha zarpado el barco,
rumbo a España,
lo han puesto,
Joaquín lo ha notado;
lo nota en el movimiento,,
no puede aguantar mucho,
entre los sacos escondido,
pues el hambre le obliga
a salir del escondrijo.
Ya estaba en alta mar,
y Joaquín no aguanta más,
y sale del escondrijo,
y a la cocina se va,
un cocinero lo ha visto,
y ha empezado a gritar,
un polizón en el barco se ha metido.

Lo llevan al capitán,
y el capitán le ha dicho:
-Un polizón en mi barco,
aquí no me da servicio,
meterlo en ese saco,
y tirarlo al mar,
que se lo coman los peces,
y que de él no quede nada-
Y Joaquín desesperado,
“ya lo mismo me da
morir en tierra
que morir en alta mar,
tan solo es una broma
que le da el capitán;
y a la cocina le manda,
para que allí ayude
hasta que lleguen a España,
y han llegado a puerto,
desembarcan a Joaquín,
y el capitán compasivo,
unos billetes le ha dado,
para que pueda vivir.
Y ha llegado a la ciudad,
antes de llegar al pueblo,
se ha comprado un baúl,
con cerradura de herrero.

Se ha presentado Joaquín,
se ha presentado en el pueblo,
viejo y macilento,
va vestido de blanco,
como se visten los médicos,
sin saber si ya vivía la familia,
que había dejado en el pueblo.
Se ha dirigido a su casa,
donde él estuvo viviendo,
y ha llamado a la puertaa,
y ha salido una mujer,
y le ha preguntado Joaquín:
-¿Tú eres la niña Manuela?
Pues yo soy tu tío Joaquín,
que ha regresado de América,
para quedarse ya aquí-
Y Manuela asustada,
viendo a su tío tan viejo,
y teniendo compasión,
lo ha metido para adentro.

Y han pasado varios días,
viviendo con tío Joaquín,
y le ha preguntado un día:
-¿Qué hay en ese baúl
que tanto usted lo ha cuidado,
que parece que en él tiene
algún tesoro guardado?-
“Este baúl no se abre
hasta que yo haya muerto,
y haya recibido sepultura,
este mi cuerpo;
entonces, tú ya verás
lo que el baúl tiene dentro”

Y ha muerto Joaquín,
y al regresar del entierro,
Manuela va hacia el baúl,
a ver lo que había dentro.
Y dentro había un papel,
con letras grandes y claras,
donde se podía leer
estas míseras palabras:
“Mi alma para el señor,
mi cuerpo para la tierra,
y el baúl  con los guiñapos,
para la pobre Manuela.



Por Cecilio Clemente Rivera

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